sábado

Suzzanne

21 de abril del 2008

didgewind

relatos, amor, sexo

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A Suzzanne la conocí en la fiesta de una amiga, en Tirso de Molina. Hablamos un rato y nos caímos bien. Bailamos.

- Cambiemos de pareja, dije, así alternamos un poco.

Suzzanne se rio y nos separamos. Al rato, cuando volví a buscarla, conversaba con un chico del que no se separó en toda la noche. Casi al final de la fiesta seguían conversando. Estábamos sentados en el sofá del salón, espalda contra espalda. Estaba muy claro que el chaval quería llevársela a la cama, le decía cosas al oído y ella se reía mucho. Algo dije, no recuerdo el qué, quizás que se me hacía tarde. Suzzanne se volvió hacia mí.

- ¿Nos vamos?, preguntó.

Suzzanne me recitaba poemas de amor en francés mientras fumábamos canutos. Y poemas castellanos medievales con acento francés. Sabía que así me volvía loco. Casi nunca la dejaba terminar: agarraba su cabello con ambas manos, acercaba su cara a la mía y devoraba sus labios con ansia animal. Tenía grandes pechos, el pelo corto y cejas imposibles. Algunas noches llegaba a su casa tarde, después del trabajo. Ella me esperaba en su cama, desnuda, haciéndose la dormida. Me quitaba la ropa y me tendía a su lado. Unas veces nos acariciábamos tiérnamente, demorándonos etérnamente en cada beso. Otras simplemente me pegaba a ella y me dormía con el olor de su pelo y su sudor de mujer. Alguna vez la abrazaba por la espalda y la penetraba lentamente, sintiendo cómo su vulva se contraía y dilataba sin necesidad de realizar ningún movimiento, escuchando sus gemidos ahogados por la almohada, dibujando su cuerpo con mis manos, su cara, sus pezones, su vientre. Al vaciarme en ella nos quedábamos así dormidos, con mi miembro ya flácido en su interior y mi deseo totalmente satisfecho. Luego por la mañana le dejaba un canuto recién hecho al lado de la almohada y me marchaba tras darle un beso de buenos días.

Suzzanne se fue sin despedirse. Un día me dijo que quería terminar nuestra relación, y terminó. No me dio explicaciones, ni yo se las pedí. Posteriormente me enteré de que volvía a Francia, y cuando le llamé estaba en el autobús.

- Me han dicho que te vas.

- Sí, estoy ya en el autobús.

- Me gustaría seguir en contacto contigo.

- Apunta mi email y escríbeme. Te contesto.

Nunca contestó. Siempre le he echado la culpa a los filtros anti-spam.